
Se desvanece el cuerpo entre el campo de las flores que aguardan su llegada, el sol se abre apenas en la triste memoria de aquellos que nos esperan, risas, llanto, vida y amor se entrelazan entre colores radiantes símbolo de la despedida. La tristeza es la máscara de los que quedan en silencio tras la partida del que se ama, cada alma se va convencida de la felicidad eterna dispersada en el universo, fuerza eterna que permanece en el corazón de quien se queda, ofrenda de luz para los que vuelven libres de culpas a visitar sus amores, de tu mano vienen, como mariposas que vuelan llenas belleza.
Nitlayokoya, niknotlamatiya san, nitepiltsin Nesaualkoyotl xochitika ye iuan kuikatika nikimilnamiki tepiluan, ain oyake, yejua Tesosomoktsin, o yejuan Kuajkuajtsin.
Estoy triste, me aflijo, yo el señor Nezahualcoyotl con flores y con cantos, recuerdo a los principes a los que se fueron a Tezozomoctzin, a Cuacuahtzin.
“Estoy triste”.
Nezahualcóyolt
La muerte en México es la celebración en vida de los que nos han dejado, de aquellos que con su fuerza y esperanza nos enseñaron a llenar nuestros momentos de luz, de sonrisas, de amistad, de amor y fidelidad, no solo a nuestras costumbres, sino a nosotros mismos y la forma en como enfrentamos la vida. Para mis antepasados indígenas las muerte no era algo negativo, no se consideraba a alguien digno de ir al cielo o al infierno, para ellos solo éramos almas con un destino que estaba dictado según nuestro comportamiento en vida. Y es mucha de esa cultura antigua la que mis abuelos, personas de campo, con un fuerte pasado prehispánico me heredaron, no hay castigos o premios, solo vida y muerte, una indisolublemente unida a la otra y es en esta vida dónde nuestro día a día definirá el lugar a dónde pertenecemos más allá de la muerte.


Con la llegada de los españoles a México, se entrelazaron las costumbres prehispánicas con las cristianas, los sacerdotes ante la fuerte influencia de nuestros antepasados, tuvieron que dar paso a las costumbres más antiguas, para llegar a la espiritualidad de los indígenas, fue así como surgió un catolicismo muy “a la mexicana”, para que su religión fuese aceptada por la mayoría de los pobladores de esos tiempos en mi tierra. Así se comienza a festejar en México día de los fieles difuntos, llevando ofrendas como el pan de muerto y las calaveras de azúcar. Con el paso del tiempo se llega a la celebración del día de muertos, con la mezcla de las costumbres españolas y las mexicanas, dejando de ser una festividad para convertirse en una celebración a la muerte. Las celebraciones abarcan desde el 31 (algunos dicen que desde el 30) de octubre hasta el 2 de noviembre, siendo el último día del mes dedicado a las almas de los niños y los inocentes, el día primero es el día de todos los santos, se celebra a los que llevaron una vida llena de serenidad y paz, así como a los pequeñitos.
El día dos se celebra a todos los muertos, exceptuando a los que murieron días antes porque se considera que no tuvieron el tiempo para pedir permiso y asistir a la celebración, mi abuelo decía que se quedan a la espera de los demás, en los que algunos llaman purgatorio, yo no lo sé de cierto. Lo que si sé, es que las almas vienen esa noche libres, para disfrutar junto a los vivos de su memoria y de su compañía, los que quedamos por este mundo físico, adornamos altares, cocinamos, o disponemos ofrendas con dulces, y diversas cosas para que acompañen a nuestros muertos en su camino tras la muerte. Una de las celebraciones más hermosas y místicas a la muerte, se lleva a cabo en Michoacán, la tierra de mis abuelos maternos, la celebración más bonita (para mí), es en Janitzio, un pueblito lleno de encanto que e se viste de gala, luces, y costumbres para celebrar a los muertos. Desde el lago de Pátzcuaro se pueden ver las miles de luces que alumbran el camino de los almas, hacía la celebración de los vivos y sin duda es uno de mis lugares favoritos en todo el mundo, no solo para vacacionar (cuando se podía hacerlo), sino para sentir el significado de nuestra celebración profundamente, muchos recuerdos me unen a Michoacán, muchas personas amadas que se fueron antes que yo.


En casa desde pequeños hemos convivido con las celebraciones a la muerte, no solo las de mi tierra sino las extranjera como Halloween, cuyo origen no es tan pagano como se cree. Mi madre siempre decía que no importaba la forma de celebrar a los que no están, sino el sentimiento con que se hace, conocer las costumbres y el porque de cada ritual y para mi siempre ha sido especial la mezcla de culturas y las enseñanzas que otras personas aportan a nuestra vida, sin que eso afecte nuestra propia identidad y costumbres. Una de las cosas que más disfrutábamos era poner el altar de muertos, salir al mercado a comprar las flores, el incienso, la mirra, el copal, preparar la comida favorita de los que no estaban, hornear el pan de muerto y dejar el chocolate listo, para comenzar la celebración al volver del panteón. Cada año, recibimos a los que ya no están en el mundo, pero si en nuestras almas. El altar es la representación de los pasos que los muertos dan tras la muerte, y se llena de ofrendas, de papeles de colores, flores y dulces, de bebidas para que se refresquen a su vuelta, pero sobre todo de mucho cariño, mi familia siempre dispone un altar de un solo nível, pero los más grandes tienen siete niveles, esos altares me recuerdan a mi Padre cuando me leía la divina comedia, mientras lo acribillaba a preguntas sobre la vida y la muerte, de aquellos tiempos en que parecía ante mis ojos un héroe azteca inmortal.


Cuando eres pequeño no comprendes el significado de la muerte, para uno es la ausencia de alguien a quien se ama y duele, con el paso del tiempo, aprendemos que es solo un camino más que hay que transitar y que los muertos siempre nos acompañan en nuestros actos y sentimientos, son todo aquello que hacemos en su memoria y así permanecen en el alma. Mi abuelo paterno decía que cuando muriera, el sería el viento que acariciaría mis coletas, o los girasoles que dan vuelta al sol y que tanto me gustaban cuando corríamos por el campo, y yo lo siento así, aún después de tantos años.
Las flores siempre han sido uno de los símbolos más fuertes en mi tierra y en el día de muertos es una tradición que la flor de cempasúchil, acompañe su camino. Las tumbas durante estas celebraciones, se adornan con sus colores, es conocida como la flor de las veinte flores, porque nace de la muerte y regala vida a través de su color.
Esto es solo un pequeño recorrido por el gran significado de la muerte en mi tierra, es parte de mi, de mi familia, de mi sentir y lo comparto con ustedes a través de imágenes sencillas como canto a todos aquellos que en cuerpo se han ido, pero que permanecen para siempre en nosotros. Hoy como cada año tomaremos una taza de chocolate de metate y un trozo de pan de muerto o pan de muerto con natas, junto a aquellos que en espíritu nos visitarán antes de volver a su destino.
Niqitoa ni Nesaualkoyotl: ¿Kuix ok neli nemoua in tlaltikpak? An nochipa tlaltikpak: san achika ya nikan. Tel ka chalchiuitl no xamani, no teokuitlatl in tlapani, no ketsali posteki. An nochipa tlaltikpak: san achika ye nikan.Yo Nezahualcóyotl lo pregunto: ¿Acaso de verdad se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. Aunque sea de jade se quiebra, aunque sea de oro se rompe, aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
“Yo lo pregunto”, Nezahualcóyotl.

Pero cuanta sabiduría llevas Mayte 🖤😘